Admirado por los oficios
Siempre me admiré, y creo que lo he marcado más de una vez, de las personas que desarrollan un oficio y lo mantienen a lo largo de su existencia. Estas palabras, claro, presentan una redundancia o una inconsistencia, porque para desarrollar un oficio considero que tenemos que mantenerlo a lo largo del tiempo.
La simpleza, el ultimísimo escalón que alcanza la persona quien desarrolla tamaña actividad, es algo que solo puede lograrse con la grandeza que dar perdudar en esa actividad a través de los años.
Esta admiración me lleva a preguntarme siempre: ¿Quién soy yo? ¿Qué oficio desarrollé? ¿Y ese que tengo, si es que estoy en lo correcto, es el que amo?
Siempre tengo más incertidumbres que certezas, pero acierto al darme cuenta que admiro profundamente a ese carpintero entrado en años haciendo lo mismo, a mi viejo y su pasión por los libros, a ese músico ya con toda su trayectoria a cuestas tocando el mismo instrumento que lleva desde su juventud, a ese jugador de fútbol que ha recorrido su trayectoria vital futbolística con amor, a ese herrero que tiene las manos gastadas de laburar toda su vida, soldando y soldando... y muchos más, artistas en su rubro u ocupación, donde su principal objetivo no era ganar dinero, que los sostenga sí, pero no ganar dinero, si no disfrutrar en su actividad, quererla, a veces odiarla pero en la balanza general, amarla.
Cabe mencionar que lo difícil es hacer las cosas por el mero placer de hacerlas, sin esperar el reconocimiento, dejarlas ahí o no subirlas a ningún lado. Viviendo en la sociedad en que vivimos, donde todo se expone a niveles de locura, esto ya sería como un acto revolucionario.